Foto de grupo de la expedición del BMG en Lisboa
Ahora sí que parecía que todos los retrasos se habían acabado y que podríamos terminar entrenando con relativa normalidad; pues no, la última sorpresa fue que el chófer del autocar que nos llevaba el pabellón no sabía llegar.
Un viaje de ida marcado por los obstáculos
A diferencia de la gran mayoría de los viajes europeos, la expedición granollerense salió del Palau d'Esports a las tres y media de la tarde del sábado; es decir, no tuvimos que madrugar, lo que siempre se agradece.
Si los horarios se cumplían, todo hacía prever un viaje plácido. A la hora de la verdad no fue así: cuando ya habíamos facturado y embarcado, una vez dentro del avión, el primer obstáculo fue que, por cuestiones de congestión aérea (o al menos eso anunció el comandante), saldríamos con 30 minutos de retraso. Aunque los asientos del avión no eran tan estrechos como en otras ocasiones, la mejor manera de comenzar un viaje no es pasarse media hora adicional en su interior.
Con todo, el vuelo fue bastante tranquilo ya las 19.30 (hora portuguesa) aterrizamos en Lisboa. El siguiente procedimiento también se ralentizó más de lo habitual. Las maletas tardaron exactamente tres cuartos de hora en salir y el retraso se iba acumulando.
Finalmente, a las 20.15 salimos del aeropuerto en dirección al Pavilhão Desportivo de Mafra. Ahora sí que parecía que todos los retrasos se habían acabado y que podríamos terminar entrenando con relativa normalidad; pues no, la última sorpresa fue que el chófer del autocar que nos llevaba el pabellón no sabía llegar.
Consiguió llegar a Mafra, pero una vez allí no tenía ni idea de dónde estaba el pabellón. Su principal argumento era que se trataba de la primera vez que iba a este pabellón. El hombre, una réplica portuguesa del Alfredo Landa (tal y como lo bautizó alguien de la expedición), optó por la más inteligente y cauta de las soluciones: detuvo el autocar en medio de una rotonda y preguntó a los sorprendidos conductores que se acercaban donde estaba el pabellón. Parecía que finalmente sabía dónde estaba, pero no era así.
Después de dar alguna vuelta más, perdidos, detuvo el autocar y curiosamente, medio por casualidad, nos dimos cuenta de que estábamos en las puertas de la zona deportiva municipal
Con más de una hora de retraso, el equipo realizó un breve entrenamiento para empezar a familiarizarse con la pista de juego y una vez terminado, con el mismo chofer, nos dirigimos al hotel, que se encontraba a unos 10 kilómetros de Mafra, en la villa turística veraniega de Ericeira.
El hotel, que según nos comentaron había sido construido en 1943 pero remodelado varias veces con posterioridad, era bastante acogedor y fue un buen lugar de concentración. Situado a pie de playa, a pesar del mal tiempo que nos acompañó durante el fin de semana, observamos en ella surfistas haciendo de las suyas.
Después de cenar, los jugadores se retiraron a las habitaciones para descansar y prepararse para el duro partido del día siguiente.
Domingo, día de partido
Al día siguiente, el horario del encuentro marcó el plan del día. Como se jugaba a las 4 de la tarde, el desayuno fue a las 9 de la mañana y el almuerzo a las 12 del mediodía. Entre ambos comidas, lo habitual paseo y la también tradicional sesión de vídeo de los rivales.
Por su parte, el gerente y el delegado asistieron a la reunión técnica que se realizó en el Pabellón de Mafra, junto con los representantes del club local, el delegado federativo sueco y los árbitros húngaros. Aquí, la nota curiosa fue que la persona que vino a recogernos, de origen español, era un alto cargo de la Policía Judicial portuguesa y nos puso al día de la detención del ex primer ministro portugués, de la que nos habíamos enterado el día antes por la prensa.
Una vez hechos los aclaraciones protocolarios (colores de las camisetas de los 2 equipos, porteros, cuerpo técnico, árbitros, horarios exactos, etc), la reunión se dio por terminada y nuestros expedicionarios se añadieron a la comida del equipo .
Antes, tuvimos la visita en el hotel del ex jugador de nuestro club, Albert Pujol, que juega en el Benfica de Lisboa y nos vino a ver, acompañado de sus padres. La nota negativa es que nos vino a visitar con muletas porque ha sido recientemente operado de una lesión en la rodilla.
Después de comer, a las 14 horas, el equipo fue hacia el pabellón de Mafra para jugar el partido, que como sabéis terminó 27 goles a 25 y deja su desenlace para el partido de vuelta.
Terminado el partido, volvimos al hotel para cenar y prepararnos para ir a descansar ya que al día siguiente sí que nos tocaba levantarse a una hora típica de desplazamiento europeo: un cuarto de cinco de la madrugada.
La vuelta sí respetar los horarios fijados y, aunque cansados, llegamos al Palau d'Esports a las 11.15 horas con un solo objetivo: remontar los 2 goles de diferencia!
Jordi Boixaderas [perfil]
Delegat del Fraikin BM Granollers
Adjunt al Gerent